lunes, 26 de octubre de 2009

Para ir abriendo boca os dejo el inicio del libro que tengo entre manos

¿Cómo comenzar una historia? Después de tanto tiempo el principio sigue en mi mente claro y definido pero ...¿cómo empezar? Creo que tal vez lo mejor sea comenzar por dónde todo tomó forma.....dónde le encontré a él.
Apenas tenía 8 años cuando mis padre decidieron que las vacaciones serían diferentes; iríamos a visitar Italia, a conocer cada rincón de esa tierra llena de mil matices.
Museos, catedrales, iglesias... cada una de sus maravillas se mostraban ante mí en su máximo esplendor. Muchas de aquellas cosas yo no llegaba a valorarlas por aquel entonces pero mis padres deseaban que mi joven mente se viera inmersa en ese mundo de cultura que ellos recién podían empezar a conocer.
Estábamos en Roma y el calor de aquella tarde de agosto caía impasible sobre la ciudad.
Paramos  en la  Plaza de San Marcos, en una de las muchas terrazas que acogedoras te invitaban a tomar algo fresco. Tomé a grandes tragos mi bebida y me fui a jugar con las cientos de palomas que aleteaban a mi paso por la plaza.

- No te alejes mucho....-mi madre me advirtió con una amplia sonrisa - hay demasiada gente y podrías perderte

Le devolví la sonrisa afirmando con mi cabeza y me lance a la carrera entre las palomas nuevamente.
Era mágico verlas volar a mi paso, era para mí algo lleno de alegría y me sentía plena en esos momentos no deseaba nada más.
De pronto, a  mis pies, un bello gato de pelo largo y negro comenzó a ronronear. No sabía de dónde había venido pero inevitablemente me sentí atraída por él nada más verlo.
Se acercaba a mí y luego daba una pequeña carrera alejándose de la multitud, una y otra vez, era como si mi nuevo compañero me invitase a correr tras él; no podía resistirme a su mirada, una mirada llena de entendimiento y sabiduría que me ataba a él.
Para cuando quise darme cuenta no sabía dónde estaba, ni el tiempo que llevaba siguiéndole; sólo sentía la irrefrenable necesidad de seguirle.
La noche ya había comenzado a caer y las calles estrechas y sinuosas parecían carentes de vida, tan sólo mi pequeño amigo yo deambulábamos por ellas.
No cuestione el seguirlo, después de todo era el único que a lo mejor sabría volver a la plaza y por alguna extraña razón estaba convencida de que debía seguir a su lado, que era necesario.
Él se detuvo frente a una gran puerta de madera. Estaba bellamente tallada, llena de mil figuras de ángeles y demonios, de escenas que no llegaba a comprender plenamente pero que parecían narrar una

No hay comentarios:

Publicar un comentario